Organización religiosa de desarrollo agrícola ayuda a luchar contra el hambre
recaudan mas de 3 millones de dólares al año
Por Christohper Connell Corresponsal especial Gaithersburg (Maryland) – Con los ingresos procedentes de unas cuantas hectáreas de terreno y la venta de empanadas caseras y bebidas heladas, un millar de agricultores y otros voluntarios de iglesias y comunidades estadounidenses recaudan más de tres millones de dólares todos los años para luchar contra el hambre en el mundo.
Lo hacen en el marco de una organización de base denominada Banco de Recursos Alimentarios (FRB), que trabaja con confesiones cristianas y sus organismos de socorro.
Los dirigentes e integrantes de FRB subrayan que su misión es diseminar la seguridad alimentaria, no la religión. “Quiero que la gente se dedique a la agricultura. […] Nuestro objetivo en FRB es ayudar a la gente a alimentarse”, explicó Doug Harford, un agricultor de maíz y soja de Mazon (Illinois) que ha hecho ocho viajes a distintos países en desarrollo.
Siguiendo la filosofía de enseñar a un hombre a pescar, FRB destina recursos a 62 proyectos en países pobres de África, Asia meridional y América Central, donde colabora con socios locales en la enseñanza de prácticas agrícolas sostenibles. En lugar de escribir cheques o enviar alimentos, comparten conocimientos y animan a los agricultores pobres especialmente a mujeres a que aúnen fuerzas como comunidades.
La educación comunitaria y el facultamiento son los elementos fundamentales de la iniciativa Alimentar el Futuro ( http://www.america.gov/st/develop-spanish/2010/May/20100524110242fjnoeled0.6338922.html ) (Feed the Future) de la administración Obama que lucha contra la pobreza y el hambre. El presidente ha incrementado el apoyo de Estados Unidos para el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria y ha galvanizado a las demás grandes potencias económicas para que aumenten sus contribuciones. A la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) le interesa mucho encontrar colaboradores del sector privado para la campaña de seguridad alimentaria, y organizaciones religiosas, como el FRB desean ayudar.
La reciente elección de David Beckmann, presidente de Pan para el Mundo ( http://www.bread.org/es/ ), y Jo Luck, presidenta de Heifer Internacional, como ganadores del Premio Mundial de la Alimentación ( http://www.worldfoodprize.org/index.cfm?nodeID=25732&audienceID=1 ) 2010 rindió homenaje a lo que Kenneth Quinn, presidente de la fundación que concede el galardón, denominó “los críticos esfuerzos de organizaciones no gubernamentales en la movilizar y facultar a los ciudadanos de base para luchar contra el hambre y la pobreza”.
Beckmann, un pastor luterano y ex economista del Banco Mundial, ha dirigido desde 1991 los esfuerzos del Pan para el Mundo para convencer a los políticos estadounidenses de que hagan más para reducir el hambre, que causa la muerte de 3,5 millones de niños todos los años. En declaraciones pronunciadas en la reunión anual de FRB que tuvo lugar en Gaithersburg (Maryland) en julio, Beckmann calificó al grupo de “extraordinaria historia de éxito” que ha creado “verdaderas colaboraciones entre poblaciones rurales de nuestro país y poblaciones rurales de los países pobres del mundo”.
FRB se inició en el año 2000 en la región del medio oeste de Estados Unidos, y fue creciendo en parte porque los agricultores y pastores corrieron la voz acerca del impacto que incluso módicas aportaciones de tiempo y recursos podían tener en la vida de los pobres. Por lo general, media docena de agricultores más o menos se compromete a destinar los ingresos procedentes de los cultivos en pequeñas parcelas en sus fincas, a proyectos de FRB. Los feligreses de sus iglesias, y en ocasiones alguna iglesia que colabora, donan semillas, pienso, fertilizantes y equipos y solicitan donaciones de compañías locales de semillas y agroempresas. Su labor conjunta se denomina un “Proyecto de cultivo” y concluye con una celebración de la cosecha a la que toda la comunidad está invitada.
Kurt Larson, que cultiva maíz y soja en Earlville (Illinois) y opera una agencia de semillas, dice: “Lo que me pareció más gratificante es que estamos educando a la gente en las prácticas modernas de cultivo que [en Estados Unidos] damos por sentadas”, dijo.
Laura Grathwohl, que cultiva trigo y soja en una granja de unas 200 hectáreas en Boonville (Misuri), dijo que en los últimos seis años su proyecto de cultivo había recaudado cerca de 50.000 dólares. Entre su granja y otras cinco dedican unas ocho hectáreas al proyecto, y reciben todo lo donado ya sea de forma local o de iglesias afiliadas de la ciudad de Kansas y Columbia (Misuri). FRB entonces invierte el dinero en proyectos de ayuda en lugares remotos que gestionan grupos como Lutheran World Relief y Catholic Relief Services.
Arlyn Schipper, que tiene una granja en Conrad (Iowa), es uno de los seis agricultores que participan en un proyecto de cultivo que recibe el apoyo de nueve pequeñas iglesias. Venden productos que cultivan en una huerta en un mercado de frutas y verduras y en una tienda de comestibles y proporcionan maíz dulce a un hospital de veteranos del ejército situado en las inmediaciones. “Cada pueblo tiene su fecha especial. Ponemos a subasta los pasteles que confeccionan las mujeres de las iglesias y vendemos refrescos”, dijo Schipper. “Ha habido años en que hemos enviado a FRB entre 20.000 y 30.000 dólares”.
Stephan Lutz, que está cargo de los programas de seguridad alimentaria en Kenia para la organización Christian Reformed World Relief Committee, mostró a los activistas de FRB un vídeo sobre los agricultores de Bamba y Ganze, dos de las comunidades más pobres de Kenia, que han elevado su nivel de vida con la ayuda de una agencia humanitaria anglicana denominada Servicios Comunitarios Cristianos Pwani. Por primera vez, Bamba ahora tiene una escuela, un apicultor, mejor ganado y un suministro seguro de agua.
Tim McCully, vicepresidente de programas internacionales de la organización Lutheran World Relief, dijo en la reunión de FRB: “No se trata de trabajar con agricultores individuales. Un granjero puede alimentar a su familia y tal vez a un par de familias más. Pero cuando se junta a 100 agricultores, de repente se empieza a alimentar a una comunidad”.
“Ha llegado el momento y la oportunidad de poner fin al hambre en el mundo”, añadió McCully.
(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://www.america.gov/esp
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