Mujeres corresponsales de guerra en el frente de batalla
Washington – Hoy en día las mujeres periodistas están entre las primeras en informar desde las zonas más conflictivas del mundo, desde zonas de guerra impredecibles como Libia o Siria, o crisis en África, Asia o América Latina.
La muerte de la estadounidense Marie Colvin ( http://iipdigital.usembassy.gov/st/spanish/inbrief/2012/03/201203011492.html#axzz1oGIhQg00 ), corresponsal del diario Sunday Times de Londres, durante un bombardeo por el ejército sirio mientras realizaba un reportaje en Homs (Siria) demuestra el coraje de las mujeres en los frentes de batalla. Colvin estaba decidida a denunciar la injusticia y la corrupción, y hacer crónicas sobre los horrores de la guerra, de la misma manera que lo hicieron sus colegas y antecesoras. Las mujeres periodistas son secuestradas, heridas y asesinadas debido a su compromiso apasionado con narrar la verdad.
No siempre fue así. A principios del siglo XX el periodismo era territorio de hombres. El sufragio femenino y los movimientos en favor de la justicia social proporcionaron “noticias sobre mujeres”, más allá de las páginas de sociedad de los periódicos, lo que impulsó a mujeres como Nellie Bly e Ida B. Wells a exponer con tesón los males sociales. Las mujeres corresponsales de guerra eran poco comunes. La Segunda Guerra Mundial cambió todo eso, cuando mujeres de talento con intransigente dedicación se desplazaron a los escenarios de la guerra, donde los periodistas les hicieron un hueco con reticencia.
La estadounidense Ingrid Schultz, educada en Europa y versátil en varios idiomas, estuvo en la vanguardia informando desde Berlín sobre el ascenso de Hitler en la década de 1920, como corresponsal del diario Chicago Tribune. A medida que sus reportajes fueron enfureciendo a los nazis, utilizó el seudónimo de “John Dickson”. Cuando la situación se volvió peligrosa volvió a Estados Unidos en 1940, pero en 1945 regresó a Europa para presenciar la liberación del campo de concentración de Buchenwald.
Siendo ya redactora de la revista New Republic y el diario St. Louis Dispatch, Martha Gellhorn recibió, a los 28 años de edad, la tarea de cubrir la Guerra Civil en España para la revista Collier’s Weekly en 1936. Posteriormente tuvo una carrera muy distinguida, en la que con frecuencia evocó el costo humano de las guerras. Para su gran disgusto, más se habló de los cinco años de su tempestuoso matrimonio con el novelista Ernest Hemingway que de la elegancia de sus reportajes o su coraje.
Hemingway era, profesionalmente hablando, su rival. Cuando le fue asignado cubrir la invasión del Día D, en 1944, para Collier’s Gellhorn se le adelantó al esconderse en un buque hospital, bajar a tierra como camillera, mientras que Hemingway tuvo que limitarse a informar desde un barco con tropas. Ella buscaba poner en contexto las crisis internacionales. “Si nadie lo anota en un registro en alguna parte, entonces los monstruos habrán ganado totalmente”, decía.
Las decididas reporteras gráficas Margaret Bourke-White y Dickey Chapelle gravitaban hacia los conflictos.
A Bourke-White, famosa por su trabajo en la revista Life, le negaron autorización para acceder por aire al escenario africano durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que viajó en barco para llegar allí. Cuando su nave fue torpedeada, documentó el ataque desde una balsa salvavidas. En 1944 acompañó a las tropas estadounidenses en misiones de combate. Fotografió la guerra en el norte de África y en Europa, y documentó los horrores del campo de concentración de Buchenwald. En 1945 fotografió la turbulenta división de India y Pakistán.
Bajo las circunstancias más difíciles, Chapelle fotografió las batallas más sangrientas del Pacífico, en Okinawa e Iwo Jima. Cubrió levantamientos en todo el mundo, antes de ir a cubrir el conflicto en Vietnam. En 1965, mientras acompañaba a un batallón de infantes de marina que hacían patrulla, pereció al ser alcanzada por los fragmentos de metralla de una trampa explosiva. Fue la primera mujer periodista estadounidense en morir en combate.
Margarite Higgins, reportera del diario New York Herald-Tribune, cubrió el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, la liberación del campo de concentración de Dachau y luego el juicio de Nuremberg por los crímenes de guerra. Fue la primera mujer en ganar el Premio Pulitzer por cobertura internacional en el año 1951, por sus reportajes durante la Guerra de Corea. Antes de morir prematuramente debido a una enfermedad que contrajo durante una de sus misiones, escribió sobre la guerra de Vietnam y la Guerra Fría. Corea del Sur le concedió póstumamente uno de sus principales galardones, el Heunginjimun, por su valentía para informar sobre las dificultades durante la guerra.
La guerra de Vietnam fue un imán para la periodista Kate Webb. A los 24 años de edad la australiana nacida en Nueva Zelanda se pagó el pasaje para escribir sobre la guerra, en 1967. Mientras ejercía de jefa de la oficina en Camboya de la agencia de noticias United Press International, Webb y varios de sus colegas hombres estuvieron retenidos 23 días como rehenes de las tropas norvietnamitas en 1971. Como una de las pocas mujeres en cubrir la guerra, se convirtió en una leyenda de la profesión. Sin ningún temor, Webb cubrió más tarde las crisis en el sudeste asiático, entre otros lugares, antes de retirarse en 2001.
Colvin se inspiró en esas mujeres. “La manera en que Martha Gellhorn pensó y escribió sobre la guerra influyó en mi propio pensamiento y en mi carrera”, dijo Colvin, durante un tributo a Gellhorn ( http://vimeo.com/4409905 ) en el sitio web de Vimeo, y que hoy es un conmovedor recordatorio a la propia excelencia de Colvin.
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