Mexicana: Expresión privada del fracaso Público
Se habla de favoritismos hacia otras líneas aéreas
Por Manuel Espino. El penoso proceso que ha llevado el caso de la aerolínea Mexicana de Aviación afectó severamente al ya de por sí deteriorado sistema nacional de transporte aéreo.
Se hace evidente la ineptitud del gobierno para mediar con eficacia en un asunto que, aunque perjudica gravemente al país, ha dicho en su justificación que concierne solo a particulares.
Una vez más es la expresión del fracaso público que, con investidura legal, reiteradamente se hace presente en los tantos problemas entre particulares en los que no ha metido las manos.
La opacidad con que se ha manejado el caso sugiere que la desesperación por encontrar inversionistas con solvencia financiera para salvar a la empresa moribunda llevó a la precipitación en las decisiones.
A partir de la información disponible puede concluirse que cuando al fin la empresa PC Capital mostró interés en comprar la aerolínea y le fue aceptado el plan de negocios que propuso y que fue avalado por el gobierno, la presión de éste para acelerar la operación condujo a que se abandonara la negociación.
El hecho es que no se realizó la gestión financiera para invertir los 220 millones pactados para transferir las acciones que siguen en la titularidad de la firma Tenedora K.Tras diversos aplazamientos para la compra-venta de las acciones de Mexicana, que solo alentaron falsas expectativas de la reanudación de operaciones de ésta, las Secretarías del Trabajo y de Comunicaciones y Transportes dieron por concluido el proceso con PC Capital.
Ambas dependencias federales deploraron el incumplimiento de la empresa al no conseguir financiamiento para hacerse de la aerolínea. Culpables o no, ha sido inevitable que ambas sean percibidas como incapaces de conducir el caso a una feliz solución.
Entre el pecado de ingenuidad, que reconoce haber cometido el Secretario del Trabajo Javier Lozano, y la viveza de quienes se han beneficiado de enredar en mentiras este caso, como el conciliador del concurso mercantil designado por el gobierno Gerardo Badín, los únicos que pierden son los trabajadores de Mexicana y los usuarios.
Y de paso, claro, la aviación comercial nacional que en los últimos años ha visto desaparecer algunas empresas aéreas en beneficio de otras que han aprovechado la oportunidad, a veces desde el abuso en tarifas de vuelos.
El Secretario de Comunicaciones y Transportes optó por la prudencia al parar una operación de compra-venta plagada de irregularidades y revestida de engaños.
No quiso correr la suerte del desprestigio y pérdida de credibilidad que ahora estigmatizan al Secretario del Trabajo.
Dionisio Pérez Jácome heredó el desastre de una aerolínea particular a la que el gobierno cortó las alas, mismas que en reiteradas ocasiones ofreció reactivar Javier Lozano, quien parecía estar usando a Mexicana para volar hacia la contienda interna del PAN para elegir candidato presidencial.
Y como si fuese representante legal de la aerolínea, recién amagó con una posible demanda a PC Capital por daños y perjuicios.
En el Congreso Federal crece la especulación en torno de posibles negocios turbios que involucran a funcionarios públicos. Ya las distintas bancadas hablan de que la Cámara de Diputados debe hacer una revisión a fondo del caso.
Se habla de favoritismos hacia otras líneas aéreas y se cuestiona que no se haya clarificado el por qué del endeudamiento, quiebra y cierre de operaciones de Mexicana, y de por qué se mantuvo la concesión.
Así las cosas y aunque me duela el desatino de un gobierno emanado del PAN, no puedo menos que estar de acuerdo con la aguda reflexión del periodista Rafael Cardona cuando en su Cristalazo del 4 de marzo de 2011 afirmó que frente a problemas como el de la quiebra fraudulenta de Mexicana “cada vez con más frecuencia, el gobierno justifica su incapacidad”.
Mientras tanto, entre los intereses de funcionarios públicos y los desatinos de empresas particulares, Mexicana sigue en la incertidumbre.
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