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Ciudad Acuña, Coahuila, México | 17 de Noviembre del 2024

La secretaria Hillary Clinton se refiere a la Conexión de las Américas

-Discurso de la Secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton - Conferencia de la Casa Blanca sobre la Conexión de las Américas

Washington, D.C.Edificio Ejecutivo Eisenhower SECRETARIA CLINTON: Gracias a todos, gracias. Me complace tener la oportunidad de dirigirme a ustedes hoy. Sé que han tenido una serie de reuniones y discusiones activas y ajetreadas, pero me siento particularmente complacida de estar aquí. John, te doy las gracias por tus palabras de presentación porque tú y muchos de los aquí presentes han sido constantes en su adhesión al ideal de una alianza en las Américas, a pesar de que a algunas personas les es difícil concebirla o entenderla, porque es importante que fijemos la mirada en el horizonte de lo posible y sigamos trabajando para lograrlo.

Fue esa posibilidad la que alentó hace 18 años la Primera Cumbre de las Américas. Recuerdo muy bien cuando mi esposo anunció en este edificio, en algún lugar aquí, pero no en este recién inaugurado centro de conferencias, que Estados Unidos sería el anfitrión de la primera reunión celebrada entre los jefes de Estado y de Gobierno elegidos democráticamente de todo el Hemisferio Occidental. En ese entonces se habló de nuestra “oportunidad única de crear una comunidad de naciones libres con cultura e historia diversas, pero unidas por su compromiso con gobiernos libres con capacidad de respuesta, sociedades civiles activas, economías abiertas y un mejor nivel de vida para todos nuestros pueblos”.

Pues bien, la oportunidad a la que se refirió hace 18 años se hizo realidad. Los pueblos y las sociedades de las Américas han hecho mucho para que así sea. Y de ello es ejemplo el lugar a donde viajaremos mañana el presidente Obama y yo para asistir a la sexta Cumbre de las Américas. Creo que si se tiene en cuenta el trabajo que hemos hecho a lo largo de los últimos años en apoyo de Colombia, la situación actual de Colombia es verdaderamente admirable.

El mérito es, sobre todas las cosas, de los esfuerzos heroicos del pueblo y del gobierno de Colombia, que han tenido el apoyo firme de Estados Unidos. De manera que los dirigentes de todo el hemisferio se reunirán en Cartagena con un orden del día que no se centrará en cómo superaremos los retos, sino en cómo aprovecharemos una oportunidad única.

Si bien nuestro hemisferio ha cambiado mucho, no ha sido el único con esta misma experiencia. El mundo ha cambiado mucho y nos corresponde hacer una evaluación muy franca de la posición de Estados Unidos en nuestros esfuerzos para realizar el potencial de estas alianzas.

Antes de que el presidente Obama viajara el año pasado a Brasil, Chile y El Salvador, abordé el tema que denomino “la fuerza de la proximidad” porque las Américas impulsan nuestra prosperidad. Compran el 40 por ciento de nuestras exportaciones, que es tres veces superior a las de la China. Nos proporcionan más de la mitad de nuestras importaciones energéticas. Son la sede de un número creciente de actores internacionales que tienen un papel fundamental en la creación de un nuevo marco de cooperación que defienda nuestros intereses y nuestros valores. Su historial de desarrollo democrático repercute en todo el mundo en un momento en el que los modelos y los socios democráticos son más necesarios que nunca. La creciente profundización de nuestra histórica interdependencia con las Américas es de una importancia singular para nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra sociedad.

Es tan fuerte la fuerza de la proximidad que será una de las tareas de mayor importancia estratégica para nuestra política exterior en los años venideros. Creo que lo mismo se puede aplicar a nuestros vecinos, porque la fuerza de la proximidad fluye en dos direcciones y juntos debemos sacar ventaja de ella. Debemos convertir a los americanos, que ya son una comunidad de historia, geografía, cultura y valores compartidos, en algo más trascendental, en una plataforma común para el éxito en todo el mundo.

Este es el principio que sustenta la dedicación de la administración del presidente Obama a la creación de alianzas en condiciones de igualdad, y será el mensaje que el presidente lleve a la Cumbre. Intentaremos plasmar nuestra visión estratégica en medidas concretas. Tal como han demostrado nuestros anfitriones colombianos, todas las medidas deberán versar sobre la creación de conexiones entre nuestros gobiernos, nuestras empresas, nuestros mercados, nuestras universidades, nuestras sociedades y nuestros ciudadanos.

Ahora bien, cuando pensamos en conectar con las Américas, nuestro punto de partida es nuestro programa común de competitividad e innovación. Después de todo, este hemisferio no sólo es la sede de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos, sino también de unas dinámicas economías emergentes. Se prevé que Brasil y México se colocarán entre las primeras cinco economías del mundo en las próximas décadas. Países como Colombia, Chile, Perú, Uruguay y Panamá han dado con la fórmula para lograr un crecimiento fuerte. Ello tiene unas repercusiones importantes en los puestos de empleo aquí. Las exportaciones de Estados Unidos en este hemisferio aumentaron un 24 por ciento el pasado año. El presidente Obama ha establecido el objetivo de doblar el volumen de las exportaciones en los próximos cinco años y estamos en camino de lograrlo. Sin embargo, lo que ello significa para América Latina y su creciente clase media es que la mitad de todos los hogares pertenecen ahora a la clase media. Esa cifra podría aumentar a tres cuartas partes en espacio de 20 años.

Nuestros acuerdos de libre comercio y diplomacia económica se aprovechan de este mercado bidireccional. Gracias a los acuerdos de libre comercio ratificados el año pasado con Colombia y Panamá, como dijo John, nuestras alianzas comerciales funcionan de forma ininterrumpida desde el Ártico hasta la Patagonia. Hemos suscrito un montón de acuerdos sobre cooperación económica e inversión con Brasil y otros países. La Alianza Transpacífica que negociamos en la actualidad incluye a Chile y a Perú. También ha atraído mucho el interés de Canadá y México.

Lo notable no es sólo la escala, sino la composición del comercio hemisférico. Consiste de productos de valor añadido que crean puestos de trabajo e impulsan la innovación. La producción y el diseño atraviesan fronteras, como sucede con el Jet Lear que una empresa canadiense construye en Estados Unidos con piezas fabricadas en México. Se trata de un comercio de alta calidad, y el comercio de alta calidad equivale a competitividad para todas nuestras empresas.

Todo esto está muy bien, pero no es suficiente. Cuando nos comparamos con las regiones más dinámicas del mundo, es mucho el camino que nos falta por recorrer. El Banco Interamericano de Desarrollo calcula que el actual comercio hemisférico representa sólo la mitad de lo que podría y debería ser. Son todavía muchas las barreras, como la reglamentación no coordinada y la infraestructura inadecuada, que limitan nuestro potencial. Y, ante una competencia cada vez mayor, particularmente de Asia, debemos estar a su altura.

Ello debe comenzar con la creación de unos lazos nuevos y más productivos entre empresarios, empresas y mercados. En Cartagena, nos uniremos a dirigentes empresariales para lograr que el sector privado trabaje en coordinación y de forma sostenible con los gobiernos para complementar su gestión. Estamos dando mayor atención a las pequeñas y medianas empresas, en particular a las que han sido establecidas y son dirigidas por mujeres. Después de todo, estas empresas representan el 90 por ciento de las empresas latinoamericanas que crean dos terceras partes de los puestos de trabajo en América Latina. Sin embargo, tienen poco acceso a las herramientas, financiación y alianzas que podrían contribuir a su prosperidad. En Estados Unidos, solo el uno por ciento de las pequeñas y medianas empresas tiene acceso a los mercados mundiales. De modo que la creación de vínculos entre estas empresas puede transformarlas en motores del crecimiento del empleo y de la prosperidad.

Es necesario hacer lo mejor posible en lo referente a la tecnología que posibilita las conexiones. La cantidad de jóvenes de este hemisferio que utiliza la tecnología y las nuevas redes es enorme. Sin embargo, sus ambiciones no han sido igualadas por la infraestructura y el acceso que pueden propiciar el verdadero progreso. El costo de las bandas anchas es tres veces mayor en América Latina que el costo promedio en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Ello supone un verdadero retraso para el desarrollo. Así que intentaremos aprovechar la tecnología para aumentar las oportunidades.

Y, cuando se trata de la innovación, conviene pensar a largo plazo, lo que significa que el hemisferio tiene que hacer más para proporcionar una mejor financiación y lazos más fuertes entre científicos e instituciones. Hacen falta más iniciativas privadas, como han sido las anunciadas por Boeing y GE, empresas que establecerán centros de investigación y tecnología en Brasil. Es necesario que potenciemos a todos nuestros ciudadanos para que saquen provecho de la nueva economía.

Esto último me hace plantear el segundo campo en el que es necesario hacer más conexiones: la educación. El historial de la educación en Estados Unidos es realmente encomiable, pero el de intercambios de educación por todo el hemisferio deja mucho que desear. Es preciso aprovechar las destrezas de la gente joven. La creación de conexiones será la clave de ello. En la reunión del presidente Obama con la presidente Rousseff a principios de semana, ambos asumieron el compromiso de aumentar los intercambios educativos a través de nuestro programa 100,000 en las Américas y el programa Ciencias sin Fronteras de Brasil. Ambas iniciativas enviarán a miles de estudiantes de cada uno de los dos países a formarse en universidades de los países de todo el hemisferio. Ahora bien, las empresas tienen una función que desempeñar pues deben ayudarnos a desarrollar la fuerza laboral adiestrada que deseamos, y nosotros intentaremos crear alianzas con el sector privado en Cartagena.

También estableceremos conexiones en el tercer área de interés: la energía. Hoy por hoy se explotan en Brasil unos enormes yacimientos petroleros, en tanto que países como Colombia y Canadá amplían su producción. Los nuevos métodos de extracción han liberado reservas de gas natural desde Estados Unidos hasta Argentina. Países más pequeños como Trinidad y Tobago refinan y suministran gas. El progreso es igualmente notable en las fuentes de energías renovables, ya sean los adelantos de México en el uso eficiente de la energía, las innovaciones de Chile en la energía geotérmica o la labor sobre biocombustibles que realizamos con Brasil.

La energía es una prioridad de nuestra política exterior y, en febrero, estampe mi firma en un histórico acuerdo con México para la explotación de yacimientos petroleros transfronterizos. Hemos iniciado diálogos de alto nivel con los productores de energía. Esta semana, el presidente Obama y la presidente Rousseff acordaron colaborar en las operaciones de extracción de petróleo y gas en aguas profundas. En virtud de la Alianza de Energía y Clima de las Américas, establecida por el presidente Obama en la Cumbre de las Américas 2009, se ha destinado una inversión pública que supera los $150 millones para apoyar más de 40 iniciativas.

No cabe duda de que el Hemisferio Occidental es capaz de producir energía más limpia, más económica y más segura para apoyar el crecimiento aquí y en todo el mundo, pero para ello, es necesario crear una red verdaderamente hemisférica de nuestros sectores energéticos. Los nexos entre mercados propiciarán las economías de escala, la estabilidad de los abastecimientos, la eficiencia y un mayor uso de energías renovables. Esta será una tarea que también impulsaremos en Cartagena. Haremos lo posible para ayudar a crear un futuro en el que la energía sea sostenible y asequible a todos en las Américas.

El progreso dentro del hemisferio crea un nueva percepción de las Américas en el mundo. En mis conversaciones con ministros de relaciones exteriores, y acabo de concluir mis reuniones con los cancilleres del G8 aquí en Washington, ya se hable del cambio climático, del crecimiento económico, del comercio mundial o de la no proliferación, las relaciones de Estados Unidos y América Latina tienen importancia en estas cuestiones globales.

Perú y Chile se han convertido en socios claves en el Pacífico. Colombia está a la cabeza de la seguridad ciudadana en el mundo y, junto a Guatemala, es uno de nuestros socios más cercanos en el Consejo de Seguridad. La contribución per cápita de Uruguay a las fuerzas mantenedoras de la paz supera a las demás naciones del mundo. Costa Rica se ha propuesto convertirse en el primer país con neutralidad carbónica. Canadá es uno de nuestros principales aliados en nuestras gestiones diplomáticas y de seguridad. Y casi todos los países del hemisferio se ofrecieron para ayudar a Haití.

Este activismo global conlleva unos beneficios estratégicos tremendos. La cumbre es el momento propicio para añadir la nueva dimensión de apertura al exterior a nuestras conexiones porque nuestros compromisos mundiales serán fundamentales para nuestro éxito en el hemisferio. Ahora bien, aclaro que ser socios mundiales no significa que siempre estaremos de acuerdo, no es este el caso. Sin embargo, sí es un reflejo del convencimiento de que, aun cuando no estemos de acuerdo, nuestros intereses y valores convergentes nos dan importantes objetivos comunes en el mundo.

El presidente Obama y yo hemos dicho en muchas ocasiones que este será el siglo de la América del Pacífico, y dedicaremos atención a todo el Pacífico. Recuerden, el Pacífico se extiende desde el Océano Indico hasta las orillas del occidente latinoamericano. No olvidemos que es un área enorme que reclama nuestra atención estratégica. Es por ello que colaboramos con el Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC), y estamos creando una asociación Transpacífica. Reconocemos los beneficios mutuos de la participación de las Américas con el resto del Pacífico.

Nuestras alianzas mundiales se extienden al G20, entre ellos Argentina, Brasil, Canadá y México, que será el país anfitrión de nuestra próxima reunión en junio. México ha liderado las negociaciones sobre el cambio climático desde Copenhagen hasta Cancún y Durban. Chile se ha unido a México para convertirse en el segundo socio latinoamericano de la OCED y otros se preparan para hacer lo mismo.

La semana próxima, cuando viaje a Brasilia, sostendré conversaciones sobre los principales retos que afrontamos en la actualidad, desde Siria hasta Irán, y pasando por el crecimiento y el desarrollo. Junto a la presidente Rousseff dirigiré la reunión de la Alianza para el Gobierno Abierto, un esfuerzo conjunto para fomentar la transparencia y la rendición de cuentas de 54 gobiernos, y de ellos una cuarta parte son de América Latina y el Caribe.

De modo que llevamos una agenda afirmativa de pensamiento progresista y apertura al exterior. Representa lo que la colaboración puede lograr en este hemisferio. A la misma vez, debemos tener claro donde podemos y debemos actuar mejor. No podemos darnos el lujo de caer en la complacencia. Debemos dedicarnos a lograr más progresos contra la exclusión y la falta de oportunidad. Sí, la región ha avanzado mucho gracias a unas políticas sociales y económicas acertadas. Aplaudo la labor que se ha hecho en muchos de los programas casi pioneros de transferencia condicional de efectivo y muchos más. Pero la brecha, la brecha de la desigualdad, es todavía muy amplia. Por lo tanto debemos centrar nuestra atención en las políticas económicas que cerrarán esa brecha. Y hemos de prestar atención particular a las mujeres, a las comunidades indígenas y afrolatinoamericanas para que también sean parte del futuro que soñamos.

Tenemos que proteger la democracia. No es casualidad que los éxitos de este hemisferio hayan venido del abrazo casi completo de la democracia. La Carta Democrática Interamericana consagra a la democracia como una responsabilidad fundamental de los gobiernos y un derecho de todos los ciudadanos. Hemos de fortalecer la capacidad de la Organización de Estados Americanos de defender la democracia y los derechos humanos.

Y, por supuesto, tenemos que enfrentar la criminalidad y la inseguridad ciudadana. Desde el comienzo de nuestra administración, hemos dejado claro que Estados Unidos acepta parte de la responsabilidad por la violencia criminal que acosa a nuestros vecinos del sur. Hemos triplicado los fondos para la reducción de la demanda de drogas ilícitas a más de $10 mil millones anuales. Hemos consolidado la Iniciativa Mérida en México, la Alianza Centroamericana para la Seguridad Ciudadana, la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe y nuestra asistencia continua a Colombia.

Nuestro apoyo no se centra únicamente en prestar ayuda a las fuerzas de seguridad para seguir la pista de los criminales, estamos trabajando para atacar las causas de la violencia, desde la impunidad hasta la falta de oportunidad, para establecer instituciones de rendición de cuentas que respetan los derechos humanos y fomentan el estado de derecho. Lo hacemos junto a los tribunales y las prisiones, la policía y los fiscales, las escuelas y los centros de adiestramiento, y la creación de alianzas con líderes políticos, pero también con empresas y las clases altas, que tienen la obligación especial de ayudar a hacer frente a estos problemas. Aplaudo verdaderamente el progreso logrado por el presidente Pérez Molina en la reforma contributiva en Guatemala en los primeros meses de su tenencia del cargo. El hecho de que tantos ricos en América Latina no hayan pagado su justa parte de las rentas internas es una de las razones por las que no han estado disponibles los servicios que son necesarios para proteger la seguridad ciudadana y ofrecer mejores oportunidades de educación.

Entiendo que es mucha la frustración en la región porque se observa un progreso demasiado lento. Hemos entablado un diálogo franco y sincero con nuestros socios para buscar formas en las que podemos dar más ayuda a las medidas reformadoras que son necesarias.

Sin embargo, todo ello se reducirá a la larga a las conexiones entre los pueblos. Debemos estar dispuestos a hacer todo lo que se nos pueda ocurrir para forjar esas conexiones. Son ya muchos los vínculos que tenemos: de sangre y de familia, de lengua y cultura, de historia y geografía, pero es mucho más lo que podemos y debemos hacer. Y debemos actuar aun cuando los gobiernos no estén dispuestos a ser nuestros socios.

En Cuba, por ejemplo, los cientos de miles de cubano-estadounidenses que han viajado a la isla desde que les allanamos el camino al comienzo de nuestra administración son nuestros mejores agentes para el cambio. Ellos ya han ayudado a producir cambios alentadores, especialmente en el terreno económico. Así que tenemos que trabajar para liberar el potencial que observamos en nuestro hemisferio. Y es verdaderamente una oportunidad apasionante para Estados Unidos e igualmente para todas las naciones del hemisferio.

Cuando hace tres años asistí con el presidente Obama a su primera cumbre fue emocionante recordar la primera cumbre que celebramos en Miami. Soy lo suficientemente mayor para recordar ahora muchas de estas cosas. (Risas) Y recuerdo la apariencia generacional de esa cumbre cuando, francamente hablando, mi marido era el líder más joven, según recuerdo, o por lo menos lo parecía. (Risas) Mientras que ahora, hay líderes jóvenes con ideas nuevas que trabajan con afán en beneficio de su país. Se han elegido a mujeres presidentes, lo que ustedes saben yo considero es un gran adelanto. (Risas y aplausos)

De modo que el panorama general contiene promesa, oportunidad y es emocionante, y sé que tanto el presidente como yo estamos entusiasmados con volver a una cumbre. Estamos seguros de que habrá algunas sorpresas, como siempre las ha habido en estos acontecimientos tan concurridos. Pero, más allá de eso, habrá pruebas palpables de las conexiones entre nosotros. Para mí, eso lo es todo, construir sobre la base de esas conexiones, vincularnos de manera que alcancemos lo que todos anhelamos, ayudar a los pueblos a realizar el potencial que Dios les ha dado, consagrar los valores y las prácticas de la democracia, elevar a la clase media a gente que hace una generación o algo más había estado sumida en el analfabetismo y la pobreza. No puede haber nada mejor que eso. Este es el momento para las Américas. Y debemos hacer más para llegar y convencer a nuestros compatriotas americanos de esa oportunidad, y nosotros, los que estamos en el gobierno, en las universidades, en las empresas o en las ONG debemos asociarnos para hacer auténticas conexiones.

Espero con agrado el trabajo que tenemos adelante y les agradezco mucho su interés en las alianzas duraderas aquí en nuestro hemisferio. Muchas gracias.

(Aplausos)

(termina el texto)

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