Historia de dos mariachis
Nati Cano y Mark Fogelquist utilizan la música para estimular el orgullo de la comunidad latina
- 24 de Julio de 2009
- Por: Nirce Gómez
Por Ralph Dannheisser Redactor Washington – Conjugando el talento y las ganas, Nati Cano ha seguido un camino impresionante desde sus humildes orígenes en una zona rural de México hasta una posición de alto nivel en el mundo de la música de mariachi.
Sin embargo, el camino hacia la fama en el mundo del mariachi parecería mucho menos probable para Mark Fogelquist, nieto de inmigrantes suecos a Estados Unidos, que se crió en el estado de Washington.
Tanto Cano como Fogelquist lideran sus respectivas bandas: Cano dirige una banda profesional, Fogelquist dirige una banda escolar que ha ganado premios y ambos actuaron en el Festival Folclórico Smithsoniano de Washington en 2009.
Este año uno de los temas destacados del festival ha sido la música de América Latina. Los intérpretes han venido de México, Colombia, Venezuela, la República Dominicana y Paraguay.
El que se haya incluido entre los artistas que actúan a la banda de Cano, cuya sede está en Los Ángeles, y a los chicos de la banda escolar de Chula Vista (California) que Fogelquist enseña, sirve para ilustrar el impacto de la música latina, y la cultura latina en general, en Estados Unidos.
Cano lleva más de cincuenta años haciendo avanzar este proceso, intentando establecer el mariachi como un género artístico en toda regla.
Cano nació en 1933 en Ahuisculco, una pequeña población de Jalisco en la zona oeste de México. Se crió en una familia de jornaleros y músicos folclóricos. A los seis años comenzó a tocar la vihuela, una pequeña guitarra, e iba con su padre y abuelo a tocar en las cantinas locales.
Pronto empezó a darse cuenta de que los músicos de mariachi estaban infravalorados. “Cuando me crié, ser parte de un mariachi era como ser ciudadano de segunda clase. Decidí que intentaría cambiar esta imagen”, dijo durante un descanso del festival con su grupo, el mariachi Los camperos.
“Deseo que el público entienda que esto no es música de cantina. … Es una modalidad artística”, manifestó.
Tras estudiar violín durante seis años en la Academia de Música de Guadalajara, Cano realizó giras por México con una orquesta de música clásica de cámara y luego se trasladó a Los Ángeles con la banda mariachi Chapala para continuar sus esfuerzos de promover el respeto por el género.
En 1968, Cano, para entonces director musical del mariachi Los camperos, abrió un restaurante en Los Ángeles que utilizó para promover la banda. Sus esfuerzos por promover su música como un género serio avanzaron en 1989 cuando Cano recibió un importante galardón del Fondo Nacional para las Artes. Su reacción cuando ganó el premio dijo fue “probar por qué lo obtuve”.
Para contribuir a probar esto el grupo ha ganado dos premios Grammy que reconocen logros destacados en la industria musical. En 2005, el grupo ganó el premio al mejor álbum para niños y en 2009 el premio al mejor álbum regional mexicano.
Cano recuerda con orgullo una anécdota que le ocurrió hace algunos años cuando Los camperos actuaron como invitados de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Miembros de la filarmónica “estaban ensayando nuestra música y no sabían que yo entendía inglés. Así que un violinista le dijo a otro: ‘¡Qué bonito es esto, y es difícil, no es fácil!’, lo cual es un gran cumplido a nuestra música”.
En lo que se refiere al foro del Festival Folclórico, Cano dijo: “para nosotros esta es la actuación más importante. Nos hace bien, para nuestro ánimo. Aprendemos de otros músicos y ellos aprenden de nosotros. ¡ Aquí hay mucho talento!”.
Fogelquist, cuyo padre fue profesor de español en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), dijo que la primera vez que escuchó música de mariachi fue cuando pasó un verano en Guadalajara a los trece años de edad, y “de inmediato me enamoré de ella”. Redactó la tesis de su maestría en UCLA sobre los mariachis. Después, cuando obtuvo su licenciatura en etnomusicología, dijo: “Abrí un restaurante mexicano en el condado de Orange [California] y toqué música de mariachi para ganarme la vida durante 20 años”.
Realizó el cambio a la enseñanza en 1993 cuando administradores escolares de Wenatchee (Washington) fueron a cenar a su restaurante en su paso por California en busca de profesores bilingües para enseñar al creciente número de alumnos provenientes de las familias de los trabajadores agrícolas mexicanos en su zona. Le contrataron y durante ocho años vivió en Wenatchee. A principios de su estancia, convenció al distrito de que comenzara un programa de mariachi.
En 2001, Fogelquist fue contratado para que estableciera un programa similar en Chula Vista (California), cerca de San Diego. Ha estado enseñando y dirigiendo el mariachi Chula Vista, un grupo compuesto por 16 estudiantes, desde entonces.
El grupo ha ganado numerosos galardones nacionales, aunque casi ninguno de sus miembros tenía ningún tipo de formación musical antes de apuntarse a la clase de Fogelquist. “Los chicos tienen que aprender a interpretar partituras, tienen que aprender la historia básica de la tradición del mariachi y tienen que tomar un año de clases de instrucción vocal”, explicó.
Fogelquist considera que este aprendizaje promueve un sentido de la identidad, el patrimonio y el orgullo entre sus estudiantes.
Tres alumnos recientemente graduados, dijo, trabajan con grupos profesionales de alto nivel en la zona de Los Ángeles, “se ganan la vida, tocan todos los días”.
Fogelquist dijo que los jóvenes están entusiasmados con su experiencia del Festival Folclórico. “Las actuaciones en el festival, ven a todos estos grupos de otras partes de América Latina y de otros lugares. Se han quedado boquiabiertos”, comentó.
Perry Chacon, de 18 años de edad, se graduó este año, pero todavía toca con la banda. Tiene previsto asistir a un colegio universitario y después estudiar etnomusicología en UCLA. Sus conversaciones con los intérpretes profesionales del festival “me han animado incluso más a permanecer en este campo”, dijo.
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