Casi 400 migrantes la mayoría de África viven desde hace meses en un albergue junto al río Bravo en Ciudad Acuña
Entre ellos 3 haitianos
- 4 de Julio de 2019
- Por: Ramiro Gómez
Ciudad Acuña, Coah. El albergue de migrantes del parque Braulio Fernández Aguirre está ubicado a unos cien metros del río Bravo, y a unos doscientos metros del puente internacional; al otro lado del río, inicia Texas, hoy hay fiesta, es el Día de la Independencia de los Estados Unidos.
En México no hay nada qué celebrar. Los migrantes viven en casas de campaña, esto es casi a la intemperie. La temperatura en el albergue sube al medio día este verano arriba de los 45 grados centígrados, los migrantes hacen el menor esfuerzo posible, la mayoría permanece acostada en el piso, aun así sudan, se abochornan.
En la puerta de entrada del parque hay un Policía Federal del gobierno de México, un policía para cuidar el orden de 400 migrantes, adultos, mujeres y niños, algunas familias completas, mas los que se acumulen esta semana.
Varios vienen del Congo, de Zaire, de Guinea Ecuatorial y de otros países de África, al menos 58 de esos migrantes.
Los niños juegan con pelotas o patinetas que les han regalado las familias de esta ciudad, y ya están acostumbrados a convivir con sus vecinos: más de 310 cubanos, un inmigrante de Rusia, uno más de Nicaragua, tres de Honduras, cuatro de Venezuela y tres de Haití. También hay, cosa insólita, 7 migrantes mexicanos.
Tres de Haití, pero cuando este reportero preguntó ¿Quiénes vienen de Haití? Respondieron alzando a mano más de cuarenta. Esto tiene un explicación, pues los migrantes llegan a esta frontera todos los días y muchas veces en caravana de 40 o más personas. Esto rebasa la cifra de las propias autoridades de la mañana a la tarde.
Esta frontera tiene cuatro albergues, de hecho tres, más un campamento. Tres albergues en edificios de construcción de material de concreto y bloques, climatizados, con camas y comedores, y un campamento de casas de campaña de las que usan los excursionistas, ubicado en el parque Braulio Fernández Aguirre.
Un albergue, el más antiguo, el Emmaus, es atendido por la Iglesia Católica y un grupo de damas voluntarias de esa religión.
Y con el boom de migrantes venidos de todo el mundo, el municipio adaptó uno en la colonia Granjas del Valle, lejos del río Bravo, y otro transitorio para menores.
Pero los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos, por la ciudad de Del río, Texas, decidieron vivir en este campamento improvisado con todas las incomodidades que de ello deriva, cerca del puente internacional.
Llueve o hace frío o viento y prácticamente quedan desnudos en la intemperie, y ahora en el verano es imposible estar dentro de la casa de campaña por el bochorno y el calor.
Estar cerca del río Bravo también tiene sus inconvenientes. De noche la ola de mosquitos les hacen la vida imposible a hombres, mujeres y niños.
Este reportero va en busca de los migrantes de Haití, que de entrada lo miran con recelo.
El reportero va a preguntarles sobre la ruta que utilizaron para llegar a México, y sobre las peripecias de la familia de la pequeña Alía la niña que se ahogo desde el lunes en el río Bravo.
Un grupo de haitianos no quisieron esperar la ficha para solicitar asilo en la oficina de migración americana y decidieron el domingo pasado cruzar nadando el río Bravo, aprovechando que lleva poco caudal.
Entre ellos el papá y la mamá de Alía, la niña de dos años de edad, que con el nerviosismo el empuje del agua, y el miedo, la mama la soltó de sus manos y ya no la pudo recuperar.
A la mejor otra madre hubiera nadado en busca de la niña, pero la madre de Alía no lo quiso hacer, nadie se explica por qué.
Cruzó el grupo de haitianos el río Bravo y de inmediato fueron detenidos por agentes de la patrulla fronteriza americana.
Fueron llevados al centro de detención de migrantes de la ciudad y ahí la madre expuso del caso de su hija que se le cayó de las manos a las aguas del río Bravo.
La Patrulla fronteriza avisó a las autoridades mexicanas de este caso y ambos grupos iniciaron su búsqueda por la mañana del lunes.
Para ello los americanos utilizan un helicóptero y un hidrodeslizador, mientras que los mexicanos hacen uso de una lancha inflable, mientras un grupo de voluntarios buscan a la niña desde la orilla del río caminando a ratos de las nueve de la mañana a la una de la tarde, desde hace cuatro días.
Este jueves la búsqueda continuó infructuosamente. Los haitianos que quedan del grupo original, lamentan esta pérdida, pero saben que venir desde tan lejos con sus familias implica muchos riesgos de los que no quieren hablar fácilmente.
Lo mismo se niegan a explicar cuáles son las rutas que utilizaron para llegar hasta aquí. Tienen miedo. Un miedo que les hace rehuir la mirada y sonreír nerviosamente.
Miedo a denunciar a las personas que les trajeron y las rutas que utilizaron para llegar a México desde sus países de origen o en tránsito de otros países como Brasil.
Prefieren no hablar y esperar tener suerte para ser admitidos como asilados por Estados Unidos.
Nadie quiere mencionar a los traficantes de migrantes, ni lo que pagan, ni por dónde entran a México ni quién los trae desde Chiapas hasta aquí.
Guardan silencio por que desconfían de todos, principalmente de quienes les hacen preguntas. Y no es para menos.
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