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la verdadera pasión de los Conde
En una tarde de verano en agosto, la casa de Kathy Conde en California estaba envuelta en niebla. Conde, de 18 años, vive con sus padres en un barrio obrero de San Francisco. Las casas aquí son humildes; no hay mansiones, ni piscinas. De hecho, muchas necesitan una nueva capa de pintura. Sin embargo, la casa de los Conde, de color verde salvia, está limpia y bien cuidada, y fuera se ven tres contenedores de reciclaje símbolo de su responsabilidad.
La verdadera pasión de Conde es el servicio a la comunidad, una dedicación que ocupa prácticamente todo su tiempo libre. Cuando asistía a la escuela secundaria, Conde era tutora de sus compañeros de clase, hacía de voluntaria como consejera de un campamento para estudiantes de enseñanza intermedia, fundó un club de becarios denominado Scholarship Team Researching and Inspiring for the Vitality of Education (STRIVE) para la investigación e inspiración en la educación, y organizó una colecta de juguetes para niños desfavorecidos que tuvo gran éxito. También fue elegida al consejo estudiantil, y en las últimas cuatro elecciones [nacionales] ayudó a los votantes como trabajadora electoral en un centro de votación.
La vida familiar de Conde es similar a la de sus compañeros de clase, muchos de los cuales son también hijos de inmigrantes. Aunque Conde nació en Estados Unidos, sus padres emigraron desde El Salvador con la esperanza de forjar una vida mejor. Sin embargo, dado el módico sueldo que ganan ambos (su madre es empleada doméstica y su padre trabaja en la cocina de un hotel local), la familia no puede permitirse el lujo de enviar a sus dos hijas a la universidad sin ayuda económica. Conde sabía que si quería asistir a la universidad a la que deseaba acudir como primera opción, tendría que encontrar la manera de financiarlo. El objetivo del club STRIVE era precisamente sensibilizar al alumnado de su escuela acerca de las oportunidades de becas y aprovechamiento.
A pesar de estos desafíos, Conde no se compadece de sí misma. Mantiene la perspectiva de su situación y se enfoca en todo lo que tiene comparado con otras personas en el mundo. Le anima el deseo de triunfar y ayudar a quienes tanto le han dado a ella, entre ellos sus padres, maestros y la escuela. “Todas estas personas realmente desean lo mejor para mí. No puedo defraudarles. Quiero asistir a la universidad y que al final haya valido la pena”, dice Conde, su joven voz llena de urgencia. “Hubo un momento en que mi padre tenía dos empleos para poder pagar los gastos de la escuela. [Quiero] demostrarles que valoro todo lo que han hecho por mí”.
A pesar de tener una pesada carga académica (incluyendo varias clases de nivel avanzado) y de participar en muchas actividades extraescolares, Conde sacó excelentes notas durante sus cuatro años de secundaria. Es bilingüe, sabe español e inglés, y también habla francés. En su último año de secundaria se inscribió en una clase de matemáticas como materia optativa, sólo porque le gustaban. En reconocimiento de su alto desempeño académico, Conde fue admitida en dos prestigiosas sociedades de honor escolar: la Federación de Becas de California (California Scholarship Federation) y la Sociedad Nacional de Honor (National Honor Society).
Sus esfuerzos no han pasado desapercibidos. Conde recibió numerosos premios y becas, incluyendo varios premios de servicio comunitario y el Premio Esparta, el más alto honor que concede su escuela a los graduados en reconocimiento de un alto desempeño académico y un compromiso demostrado con la escuela y la comunidad. Pero si bien es cierto que Conde ha recibido numerosos honores por sus logros, el reconocimiento público no es lo que le inspira. “El servicio comunitario era gratificante”, dice Conde. “Sólo saber que realmente uno va a marcar una diferencia en la vida de una persona”.
Uno podría imaginar que mantener una agenda tan exigente durante el año escolar dejaría a Conde agotada y dispuesto no hacer nada más que ver la televisión durante todo el verano. Pero Conde no es alguien que se duerma en los laureles. Este verano tiene dos empleos trabaja seis días a la semana con el fin de ahorrar dinero para poder comprar libros cuando comience la universidad en el otoño. Fue pasante en el Tribunal Superior de San Francisco y también trabajó como asistente de programas en una oficina inmobiliaria de su localidad. Gracias a su resolución de solicitar y ganar numerosas becas de distintas organizaciones, Conde asiste a la Universidad de San Francisco (una universidad privada y la primera en la lista de universidades a las que desearía asistir) y no tiene que pagar la matrícula de su bolsillo. Pero Conde todavía vive en casa, lo cual le permite ahorrarse el alquiler y mantener su conexión con sus actividades de servicio comunitario.
Más que nada, la experiencia de los padres de Conde le ha convencido de que la mayoría de la gente, si se le da una oportunidad básica, puede llega a hacer algo con su vida en Estados Unidos. “Llegaron aquí durante la guerra”, explica Conde. “Tuvieron que empezar desde cero. Sólo al ver que llegaron aquí y realmente fueron capaces de hacer algo… ¿qué obstáculos tengo? Apuesto a que lo que tuvieron que pasar fue más duro que lo que hago yo”. Conde se siente no sólo orgullosa e inspirada por la historia de sus padres, sino también responsable de hacer lo correcto, y de que los sacrificios [de sus padres] hayan valido la pena. “Lo que ganan tienen que gastarlo en comida, ropa y las cosas que necesitamos, así que no nos sobra mucho dinero”, dice. “Quiero conseguir un buen trabajo y una casa y después ayudar a mis padres, porque siento que han hecho muchísimo por mí”.
Si el pasado sirve de guía, Conde hará mucho con las oportunidades que ha tenido.
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